Manuel Ochoa
La dominación política del Estado Moderno como clave de su supervivencia

Por su naturaleza e historia, el Estado moderno ha sido un tema de central debate, discusión, y análisis en la ciencia política. Las implicaciones históricas del Estado moderno configuran su mayor motivo de atención al análisis por estudiosos de la ciencia política, incluso desde antes que el Estado moderno se concibiera como tal. En el presente ensayo abordaré la necesidad de la dominación política del Estado moderno como la clave de su supervivencia, haciendo un primer abordaje de las definiciones centrales del Estado moderno, sus características principales, las configuraciones de soberanía, y concluyendo con una concepción moderna de dominación política ante la estructura geopolítica actual.
A lo largo de la historia, el Estado moderno ha sido abordado por diferentes autores con diferentes definiciones, Weber (1921) lo define como “quien ejerce el monopolio de la fuerza legítima”, por su parte Maquiavelo (1532) define al Estado como “aquel ordenamiento político permanente, garante de la paz, al interior de una nación”. Rosseau (1762) lo define como “la asociación política libremente fundada por los partícipes del contrato social”.
Sin embargo, como menciona Salazar (2010) para Norberto Bobbio, uno de los politólogos más importantes de la historia moderna, Hobbes es el auténtico fundador teórico del Estado moderno, siendo la figura del Leviatán, el detentador del monopolio de la fuerza legítima, legitimidad que nace del consenso de los ciudadanos. Por su parte, Rossi (2003) hace mención de la visión de Estado de Immanuel Kant, para este último “el origen del Estado sólo puede comprenderse a partir de una dimensión histórica y su génesis no puede ser otra más que el ejercicio de la fuerza.”
A partir de estas definiciones, que se han hecho por grandes personajes a través de la historia, podemos encontrar características comunes como lo son: el uso de la fuerza, la legitimidad de la misma, la búsqueda del orden y la garante de paz. Todos los anteriores son elementos comunes que enmarcan una dominación política de un Estado hacía la sociedad, para garantizar la supervivencia del mismo; esto se puede concebir desde los primeros Estados modernos surgidos en los siglos XV y XVI en Europa.
A partir de la definición y un análisis más completo sobre Weber, Salazar (2010) indica algunas características propias del Estado moderno, siendo estas: a) la existencia de una entidad territorial; b) de un poder central con la suficiente fuerza como para garantizar el orden interno y la seguridad exterior; c) la creación y desarrollo de una infraestructura administrativa, financiera, militar y diplomática; y d) la consolidación de una unidad económica.
En este último aspecto, Bobbio (1985) menciona que “un Estado puede renunciar al monopolio del poder económico y del poder ideológico pero no puede renunciar al monopolio de la fuerza sin dejar de ser un Estado.” Haciendo énfasis, nuevamente, en la necesidad del uso de la fuerza, ejercida a modo de dominación, para seguir permaneciendo como Estado.
Garita (2011) menciona que los fines de un estado son a) asegurar su propia existencia y reproducción como organización, b) garantizar la convivencia pacífica dentro de su territorio, y c) asegurar su permanencia como entidad soberana dentro de la comunidad internacional. En esta medida, en el Estado moderno desemboca el monopolio legítimo de poder en un centro soberano.
Analizando este último aspecto, la soberanía, es otra de las características fundamentales del Estado moderno, “el concepto de soberanía ha estado íntimamente vinculado con el desarrollo del Estado Moderno” (Salazar, 2010).
Acorde a Negrete (2007), para Hobbes la soberanía del Estado es indivisible e intransferible, el soberano desencadena efectos legitimatorios al establecer los derechos propios de la soberanía, y con ello, las relaciones de dominación, genera tácticas que promueven la obligación legal de la obediencia, y por tanto, relaciones de sometimiento. Hobbes sin duda aduce la necesidad de la dominación política.
En contraste, el propio Negrete analiza la concepción de Rousseau acerca de la soberanía, para Rousseau el soberano es el pueblo, la totalidad de los asociados, quien posee los derechos suficientes para escoger la manera en que serán dirigidos. “Cada uno de nosotros pone en común su persona y todo su poder bajo la suprema dirección de la voluntad general; y nosotros recibimos corporativamente a cada miembro como parte indivisible del todo.” (Rousseau, 1762) Para Rousseau el soberano es la cristalización de la voluntad general.
Según Cortés (2010), Locke tiene una visión similar a la de Rousseau, Locke argumenta que la soberanía de la ley natural es insuficiente y los hombres se ven en la necesidad de instituir una forma de gobierno que reemplace el estado de naturaleza. “El pueblo es el único que puede decidir cuál sea la forma de la república, y eso lo hace al constituir el legislativo y nombrar a personas que lo habrán de detentar” (Locke, 1689).
En una visión más moderna, Arbelaez (2017) nos habla de la soberanía acorde a Michael Walzer, según este autor, los Estados tienen derecho a su soberanía política e integridad territorial, lo anterior deriva de los derechos de los individuos que representa y también de ellos obtiene su fuerza, el Estado necesita entonces moralmente de la soberanía para que sea decente y capaz de proporcionar seguridad y bienestar.
Analizando las visiones anteriores podemos identificar el componente común de la soberanía en el Estado moderno como la fuente de legitimidad con la cual se da el ejercicio del poder, ya sea desde la perspectiva de Hobbes que reside en la autoridad que ejerce la dominación, o la visión contractualista de Locke y Rosseau que reside en el pueblo y este elije una representación para ser ejercido el poder.
En ambos casos es notorio que el Estado moderno necesita de la soberanía para ejercer la dominación política necesaria para cumplir con sus fines de mantenerse y reproducirse a sí mismo como Estado, proporcionar seguridad y garantizar la paz al interior del mismo.
Es entonces que a través del análisis de la descripción, fines y características del Estado moderno podemos detectar la imperiosa necesidad de dominación política para garantizar la supervivencia del mismo.
La dominación se da en el entendido de la relación social que se ejerce con el Estado a la cual la sociedad es sometida, bajo el entendido de que este último ejerza el poder necesario para preservar el Estado mismo, que desde la visión contractualista sería para garantizar y mantener la asociación de los socios del contrato.
Leggewie (2017) nos habla acerca de la dominación como un elemento importante de ordenamiento social, siendo la dominación un campo de fuerzas en torno al cual se organizan las relaciones y tensiones sociales. De acuerdo a este autor, la dominación se entiende generalmente como una relación vertical entre arriba y abajo; pero puede comprenderse también como una relación horizontal entre iguales, en la que los dominantes y dominados son idénticos y se intercambian papeles.
Como bien mencionaba Spinoza (1670), “la política es la continuación y no la interrupción de la guerra por otros medios.” La dominación política de los Estados modernos se vuelve fundamental para inhibir el regreso estado de naturaleza de guerra mencionado por Hobbes, en el cual la guerra y conflictos constantes impiden el desarrollo, o incluso la supervivencia, de una sociedad.
Si nos enfocamos una visión más actual, podemos identificar que los fines del Estado, y en consecuencia la necesidad y estrategias de dominación política se extienden, cuando se han hecho necesarias las políticas de empleo, de seguridad social, la conservación de los recursos naturales de su territorio, y la redistribución de la acumulación de capital.
Garita (2007) menciona que el desarrollo de medidas que aseguren al hombre las posibilidades de existencia, que en las complejas condiciones de la sociedad de nuestro tiempo, no pueden asegurar por sí mismo, ni por la acción espontanea de los grupos sociales. Esto hace necesario una dominación política del Estado en aspectos que garanticen la supervivencia del hombre, y en consecuencia de la sociedad.
Un Estado moderno sin la debida dominación política no sería capaz de existir, tanta debilidad ocasionaría que fuera aprovechada por otro Estado más fuerte, y este último terminaría ejerciendo la dominación política ante la falta de soberanía del mismo.
Como lo mencionan diversos autores, tanto clásicos como contemporáneos, el Estado necesita del ejercicio del poder y de la fuerza para su supervivencia, a través de la historia se ha ejemplificado como Estados han desaparecido ante su falta de dominación política. Sin embargo, si se analiza más a fondo al final de cuentas este ejercicio de la fuerza y el poder no desaparece, sino que se traslada a quien ejerce finalmente la dominación política para mantener la estabilidad y control.
Si nos situamos en la actualidad, podemos identificar cómo la crisis institucional global está afectando la capacidad de dominación política y en consecuencia los Estados se han debilitado.
A pesar de que constitucionalmente el monopolio de la fuerza sigue prevaleciendo en el Estado, y que acorde a Bobbio es la única condición que el Estado moderno no puede perder, podemos ver como los otros factores, las fuerzas económicas e ideológicas, han sido cooptados por instituciones privadas que han incrementado su poder económico e influencia sobre la sociedad, aquí podemos encontrar a las grandes corporaciones privadas multinacionales, y las organizaciones mundiales supraestatales (Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional, Banco Interamericano del Desarrollo, etc.) que ejercen en algunos Estados un poder mediante el cual han impuesto modelos de desarrollo, teniendo un control sobre su sociedad.
Sin embargo, es ese ejercicio y monopolio de la fuerza, el que al final de cuentas mantiene la dominación política para la supervivencia del Estado. Venezuela actualmente vive una de sus mayores crisis en su historia, sin embargo su configuración como Estado ha sobrevivido ante el monopolio de la fuerza que ejerce la autoridad, pero que cada vez se fragmenta más al perder la dominación política que busca ser recuperada mediante la creación de la controversial Asamblea Constituyente, adecuando sus leyes para mantener la soberanía del poder y la dominación.
En conclusión, podemos argumentar que la condición de dominación política es fundamentalmente necesaria y clave para la supervivencia de un Estado moderno, ya que a través de ella le es posible perseguir los fines para el cual fue creado, mantener la cohesión de la sociedad, preservar y ejercer su soberanía, y hacer valer la legitimidad del uso de la fuerza. A través de la historia hemos visto mediante diversos autores como el Estado moderno, desde su concepción, ha necesitado de la dominación política, como la única e indispensable necesidad para mantenerse, reproducirse y garantizar su supervivencia.
Bibliografía
Arbelaez, A. (2017). Michael Walzer y la justicia global.
Bobbio, N. (1985). Estado, gobierno y sociedad: por una Teoría General de la Política.
Cortez, F. (2010). El contrato social liberal: John Locke. Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal. Obtenido de 2010.
Garita, M. (2011). Una visión del Estado Contemporaneo . Cultura jurídica .
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Webber, M. (1921). Economía y sociedad. Esbozo de sociología comprensiva.